Mentiras de un Espejo

Día 1


Hola, me llamo Victoria, tengo 23 años y soy anoréxica. Empecé a escribir cuando entré aquí, aunque en realidad siempre había sido mi sueño, convertirme en una gran escritora, pero la vida tenía otros planes para mí, por eso después de llevar aquí una semana y enterarme de la “gran noticia” he decidido escribir como empezó todo y mis días en este infierno.

Soy una chica morena, alta, de ojos grandes, negros, y según dicen por aquí las enfermeras una chica demasiado delgada, como el resto de las internas…

Yo siempre había estado un poco obsesionada con mi peso, supongo que a causa de las modelos de las revistas, las actrices, los programas de televisión…, en definitiva a causa de los medios de comunicación. Aunque creo que la mayor influencia fue la de mi madre… Una señora que tras haber quedado delgada, decía que era feliz, aun a pesar de que mi padre se divorcio de ella justo después de la operación, cosa la cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que estaba todo el día obsesionada con que debía y que no debía comer. Pero dejemos a mi madre aún lado, ya hablaré de ella más adelante. A causa de todas esas influencias, cuando aún era una adolescente siempre intente llevar a cabo dietas, sin obtener ningún resultado… La última vez que me puse a dieta, antes de entrar aquí, contaba no solo con el apoyo, por no decir obsesión, de mi madre, sino también con el de Mario, un chico encantador, alto, moreno, mi novio… Yo intenté hacer la dichosa dieta, pero no dio resultado, como todas las demás. Mario me apoyo y me dijo que no pasaba nada, mi madre en cambio me dijo que la próxima si funcionaría y si no, me iría a quirófano para que me dejasen tan bien como a ella. Decidí hacer caso a Mario, deje lo de las dietas, estaba tan enamorada de él, era lo único que me daba fuerzas para seguir adelante, pero el destino… nos separó.

Una noche, fuimos a visitar a sus padres a su pueblo natal (Ciudad Real) dado que estaba estudiando en Madrid, yo le insistí para ir en coche, él siempre decía que no le gustaba mucho, pero a mí me hacía tanta ilusión que fuéramos los dos en coche que no pudo evitar complacerme. Cuando ya estaba a punto de llegar, un coche se cruzó en nuestro camino al realizar un adelantamiento y salimos disparados, nuestro coche dio varias vueltas de campanas y aterrizamos en el suelo, boca abajo. Yo llamaba a Mario con desesperación, hasta que sin poder evitarlo perdí el conocimiento, y lo último que recuerdo, es que abrí los ojos, y me encontraba en una sala blanca, de hospital, rodeada por mi madre.

- - ¿Cómo esta Mario?- Fue lo primero que dije tras abrir los ojos

- - Él…

- - ¿Qué?, él ¿qué?- Pregunté cada vez más alarmada.

- - Ha muerto- Su madre la cual acababa de pasar por la puerta se echo a llorar. Yo por el contrario, me quede paralizada, y así me quede, hasta que pasó mi madre por al lado y me hizo reaccionar. No fui a su entierro, no podía, el dolor me consumía, y el hambre que sentía en épocas de dolor, se esfumo, para dejar paso a la culpabilidad, la cual aún me atormenta. Un mes después de eso, yo seguía casi sin comer, no estudiaba, no salía de casa, no hacía nada más que pasarme horas y horas pegada a la foto de Mario. Mis amigas, las dos que tenía, intentaban animarme, sin conseguirlo. Y un buen día, al pasar por la universidad, un chico se acerco a mí y me dijo “¿Tú eres la gorda con la que estaba Mario?, por tu culpa ha muerto uno de los mejores chicos de esta universidad, deberías haber muerto tú y no él”. Aún lloró al recordar aquellas palabras, que tanto me hirieron y que tanta razón llevaban. Después de eso me fui a mi casa y empecé a vomitar, terminaba de comer y vomitaba, pensaba que haciendo sufrir a mi cuerpo, el dolor que sentía a causa de la perdida de Mario se pasaría, pero no fue así, pasó otro mes y lo único que conseguí fue que las costillas se me notaran cada vez más. Harta ya de todo el dolor que sentía y que no se pasaba, aún a pesar de todo lo que me dolía vomitar, un buen día cuando estaba sola en casa, decidí coger una caja de tranquilizantes que había comprado un día antes en la farmacia y una a una, ir ingiriendo cada pastilla. Al principio no sentí nada, luego al cabo de un rato me desmaye y me quede inconsciente, tumbada en mi cama, esperando poder reunirme con Mario, pero no fue así. Me desperté poco a poco mientras sentía millones de agujas clavadas en mi cuerpo, al principio pensé que era el infierno y era la condena que me tocaba pagar por haber echo que Mario muriera, pero a los pocos minutos me di cuenta de que estaba en un hospital, rodeada de maquinas que controlaban los latidos de mi corazón, mi alimentación, etc. Al cabo de media hora, entro mi madre seguida de una enfermera, esta me comunico mi “enfermedad” e hizo sus suposiciones a causa de mi intento de suicidio, creyendo que lo había hecho por adelgazar o algo así. Una semana después me dieron el alta, y me ingresaron aquí en ACAYB (Asociación contra la anorexia y la bulimia), y ya llevó aquí una semana, sin poder hacerles entrar en razón a estos “sabelotodo” de que yo no estoy enferma, de que aparte de ser gorda, fea, estúpida… hice que mi novio muriera…

2 Response to "Mentiras de un Espejo"

  1. Eleuteria Niemand. says:
    8 de junio de 2010, 7:50

    Holo!
    Cuánto tiempo sin leerte, por favor, esto no puede ser!
    Bueno, decirte que me gusta ser crítica y te voy a dar mi opinión siempre que pueda :).
    Al principio, me parecía la típica historia de siempre que te sabe a lo mismo y es predecible, pero luego has conseguido que cambie esa impresión, espero que sigas así y no sea la típica historia de anorexia que no nos cuenta nada nuevo, :).
    Por cierto, suelo decir siempre lo mismo, pero podrías darle más énfasis a los sentimientos de la protagonista con respecto a lo de la muerte de Mario y todo lo que eso conlleva, :).
    Un besote, y te sigo!

  2. ·M says:
    8 de junio de 2010, 13:21

    asiaas por la crítica Elenaa me encantaaaa =)

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