Mentiras de un Espejo

Día 7

Al final el doctor se salió con la suya, y me dejo sin escribir durante 5 días. Pero no fue él, quien me quito todo lo necesario para escribir, fue una de sus enfermeras.

- ¿Victoria?- Pregunto una mujer desde la puerta.

- Sí, soy yo. ¿Qué quiere?- Conteste, y la mujer se acerco hasta ponerse justo enfrente de mi cama, en la cual me hallaba tumbada.

- Hola- Sonrió.- Soy una de las enfermeras del centro, vengo de parte del doctor Tarallo, me ha pedido que le retire ese cuaderno en el que está escribiendo y los bolígrafos necesarios para ello.- Volvió a sonreír, yo sin embargo la miré con cara de pocos amigos.

- No pienso darle mi cuaderno, ni mis bolígrafos, ni nada que sea mío, y ahora váyase de mi habitación.- Dije lo más calmada que pude.

- Victoria, son ordenes del doctor y las ordenes del doctor deben cumplirse. Dámelo…

- He dicho que no- Comencé a gritar.- No le pienso dar ni mi cuaderno, ni mis bolis, estoy harta de que me controléis.

- Gómez, Ramírez- Llamo la enfermera haciendo un gesto para que los dos guardias entraran.

- No sois mis dueños, dejarme tranquila.- Cada vez gritaba más y más, y eso llamo la atención de las demás internas las cuales se acercaron a ver qué ocurría y la enfermera seguida de los guardias tuvieron que salir para mandar a cada una a su habitación. Fue justo en ese momento cuando aproveche para salir corriendo de la habitación, pero uno de los guardias me vio y salió corriendo tras de mí. Yo intente correr todo lo que pude, pero me alcanzo justo cuando estaba a punto de llegar a las escaleras de emergencia, que daban directamente a la calle, me agarro del brazo y me freno en seco.

- Suéltame, estúpido- Gritaba sin parar. Empecé a pegar puñetazos al aire, y uno le acerté en la cara. Me tumbo en el suelo como pudo, ya que yo no paraba de chillar y de moverme y empecé a patalear.- ¡Aaaaaaaaaaaaaah! Suéltame, imbécil, déjame tranquila.

Mientras la enfermera y el otro guardia se acercaron a mí.

- Gómez, ayude a Ramírez a sujetarla- Y saco de su bolsillo una jeringuilla y un botecito de cristal en el cual habría algún tipo de tranquilizante. Puso la aguja dentro del bote, lleno el recipiente y se dirigió con ella hacía mi brazo, para clavármela, pero yo no iba a dejar que lo hiciera. Empecé a gritar más fuerte y a patalear aún más. Le propine un arañazo en toda la cara a la enfermera y una patada a uno de los guardias, no se cual, pero fue inútil, la enfermera me acabo clavando la dichosa aguja en el brazo.

- Dejarme tranquila- Mi voz se iba haciendo más débil.- Os odio, imbé…- Hasta que al final, me dormí.

Cuando desperté me encontraba en mi habitación, al principio todo me daba vueltas, y tuve ganas de vomitar, pero al cabo de unos segundos esa sensación se fue, y descubrí que a mi lado, mirándome con ojos de besugo, se encontraba el doctor Tarallo.

- ¿Qué tal se encuentra Victoria?

- Estaría mucho mejor si no me hubieseis inyectado nada.

- Veo que la rebeldía no se te quita fácilmente.- Y me puso una bandeja con comida justo enfrente de mí.- Hasta que no consigas comer un cuarto de la dos comidas que haces por el momento, no te voy a devolver tu cuaderno, así que yo que tú, comía- Le miré durante unos minutos, amenazante, pero al ver que eso no daba resultado y de que por desgracia había ganado una batalla, decidí comer un poco. Y así fueron todos los días, a la hora de la comida, el doctor se quedaba conmigo, para ver cuanto comía, y después las enfermeras se encargaban de pasar al baño conmigo siempre que así lo deseaba para vigilar que no vomitase.

Y hoy, por fin me han devuelto mi cuaderno y mis bolis, después de todo el esfuerzo que he hecho por comer, ya era hora de que me lo devolviese, pero no pienso dejar que porque haya ganado este asalto se crea que ya voy hacer lo que quiera, de todos modos, no creo que este mucho tiempo por aquí...

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